Crecí en el campo, con mis abuelitos, no le conozco a mi padre y una o dos veces en mi vida, le he visto a mi madre. Según me han contado, ella me abandonó al nacer, no me quería como su hija, y creo que le di miedo, porque ahora ella tiene 6 hijos más, pero de otras parejas, y no les ha dejado como lo hizo conmigo.
Para mi es duro saber que recién a mis 14 años me inscribieron en el registro civil, y al sacar mi cédula de ciudadanía, en el nombre de padre y madre, me sale que no existe. Es como no existir, como no importar.
Vivo actualmente en una casa hogar, llegué allá, porque a edad de 10 años, mis abuelos y yo conocimos a un hombre de 59 años de edad, que aprovechando de nuestros bajos ingresos, nos ofrecía regalos, dinero. Un día sin que yo esté enterada mi abuelo responde a su extorsión y me envía a su casa con engaños, al llegar ahí este hombre arremete contra mi y me pone un pañuelo de formol, al despertar estaba en otra ciudad, me obligó por la fuerza a entrar a una casa desconocida, en donde viví recluida por año y medio junto a él y su hijo de 15 años.
En este lugar fui víctima de violencia sexual por este hombre adulto en dos ocasiones, yo era amiga de su hijo, pero no le conté nada de lo ocurrido. Con el tiempo este jóven era el único contacto que yo tenía, y nos hicimos pareja, tuvimos relaciones sexuales y me embaracé.
Este hijo no lo tuvimos ya que el padre me dió una pastilla, que me dijo era para el dolor de estómago y me provocó fuertes dolores en el útero, empecé a sangrar mucho y tuvieron que con la ayuda de un doctor inducir un aborto. Este evento para mi ha sido muy duro, no precisamente por el pérdida de un bebé, sino porque era lo último que esperaba que me pase, ya había sido abusada sexualmente, y no solo por este hombre, sino que a los 9 años, un tío lo hizo también, yo conté esto a mis tías, no me hicieron caso, no me creyeron, aprendí a callar, aprendí que ser abandonada no ayuda, hace que a nadie le importes.
Eso pensaba yo de la familia hasta que llegué a Sol de Primavera, pero primero les termino de contar de mi antes de llegar a la Fundación.
Luego del aborto, mi enamorado y yo, supimos que este hombre haría un viaje a Quito, entonces dijimos que los acompañaríamos, con la intención de escapar, sabiamos que ellos estaban en negocios de trata de personas y venta de sustancias.
Al llegar a Quito, hicimos una parada, aproveché para ir a una tienda, rogué que me presten un celular y llamar a la policía. Y llegaron a detenernos a todos, a mi me de apresan por sospecha, pero en las investigaciones determinan que era inocente y me entregan a la Policia de niños y adolescentes, que se llama DINAPEN. Ellos me mandaron a una Fundación, en la que viví el primer año de pandemia, y nuevamente viví algo terrible, en esa Fundación uno de los jóvenes abusó de mi, yo no lo quería contar, porque me daba temor de que me manden de ese lugar y no tener a donde ir.
Sí, mi vida es como una historia increible, pero creanme, fue así, luego esta Fundación ya no podía tenerme en su casa, me envían a otra en la que sigue el proceso legal contra el adulto que me secuestró, logrado que sea acusado de violación, narcotráfico y trata de personas, de esta organización me envian a una casa de acogida.
Pasó como año y medio, y una de las educadoras me habló de Sol de Primavera, y algo en mi corazón, en mi cuerpo entero me decía que ese sería un lugar, para por fin quedarme, y así es… llegué aquí hace un año, estoy integrada al taller de panadería y pastelería, he conocido a los y las educadoras más amorosos y conversones que jamás imaginé. No necesito tener miedo para aprender, ni para conversar con otras personas.
En psicología estoy hablando mucho de mi historia, de mis temores más profundos, hay veces en las que olores me hacen regresar a ese terror que sentí hace tres años, tengo iras con los hombres, con las madres, pero se que no son todos, solo que recien tengo 17 años, y a veces siento que he vivido como 40 años.
Lo más preciado que tengo desde que estoy en Sol, son mi sueños de ser una pastelera profesional, el almuerzo de Sol, las actividades de huerto y género, y la danza. Un día, quisiera que todos puedan venir a la Fundación y sentir, no solo ver, lo que es este lugar, es ese espacio que a mi me da seguridad, me quita mis miedos, me pone límites sin gritos, golpes, ni engaños. Reconoce en mi ojos esa niña chiquita que a veces solo quiere pedir al mundo una explicación.
Tengo mucho por trabajar, mucho por aprender, y mucho que reflexionar, porque en Sol ese es el reto más grande, pensar diferente, por ejemplo, yo entiendo poco a poco que no necesito darme lástima, pero si necesito seguir hablando, que no necesito acumular mi ira sino saber que me querrá decir.
Un día espero poder hablar con mi madre, reencontrarle a mi abuelita, volver a sembrar a su lado, y darle una mejor vida. En Sol aprendo a sentir mi fuerza, mi ganas de vivir, que antes se escapaban de mi mente y pensaba que el único camino era dejar de respirar. A veces esas ideas viene a mi mente, a veces la tristeza me invade, y tengo nostalgia de todo aquello que no pude vivir, que no pude sentir como niña.
Tengo ahora un Sol en mi corazón, que brilla, que me abraza y cada día al despertar me anima para seguir viviendo.
Lili.