He pensado que mi vida abría sido diferente si un día no le hubiese hecho molestar a mi madre, y no me hubiese contado que ella nunca quiso tenerme, y que mi padre ni siquiera me quería ver cuando nací, porque deseaba un niño y no una niña. También hubiese sido diferente si mi hermana mayor no hubiese sido madre tempranamente y le hubiese abandonado a su hijo en el machismo de mi padre y en mi fragilidad emocional.
Que difícil fue siempre relacionarme con el mundo, mis padres no hablaban conmigo, yo no existía para ellos, mi hermana siempre se burló de mí, de mi apariencia. Mi sobrino gritaba y gritaba y mi padre se lo permi- tía porque según sus palabras por fin había tenido un hombre en medio de tres mujeres inútiles.
Desde niña solo quería desaparecer, en mi escuela me insultaban, se burlaba, me decían que era huérfana porque mis padres nunca estaban presentes; fue así como mi abuela paterna empieza a amarme, empieza a representarme, y yo por fin conocí esta palabra llamada afecto. Lo complicado fue cuando ingresé al colegio, ella estaba viejita y muere. El mundo regreso a su estado de angustia, empecé a hacer todo automáticamente, me hacia daño en mi cuerpo para recordarme que existía. En ese estado terminé el colegio, un día caminando con mi sobrino leí la publicidad de Sol de Primavera.
Ingresé a la formación técnica de panadería y pastelería, con miedo porque a mis padres no les iba a interesar mi decisión, con temor de ya no cuidar a mi sobrino. Mi papá y mi mamá en ese momento aumentaron mis actividades de la casa y mi hermana no se hacia cargo de su hijo, sin respetar mis decisiones y mi tiempo, muchas veces estuve a punto de vencerme. Sus palabras eran tan dolorosas hacia mí, -no sirves para nada, te va a ir mal, de panadera quien te va a contratar, que vergüenza que tengo de ti-. Mientras le educaban a mi sobrino con pellizcos en sus manitos, y correazos.
Sin embargo, ellos desconocían a mi Sol, a ese lugar seguro en el que descubría mi identidad, mis sentimientos, en el que recuperé mis ganas de vivir y aprendí a expresarme con el corazón. Fue difícil enfrentarme a mi familia, exigirle respeto para mi y mi sobrino, tener la seguridad de decirle a mi hermana que era negligente con su hijo, que lo abandonaba y que eso duele toda la vida.
Fue difícil hablar de mi vida, recordar, y replantearme nuevas metas desde mis deseos y no desde la expectativa de mis padres. Aprender a reconocer la ver- güenza que nos causaba el ser parte de la gente em- pobrecida de mi barrio y saber que no es una cuestión de imagen, sino de corazón y pensamiento.
Con mis sueños delante de mí, me gradué, mi familia es decir Sol de Primavera logra un espacio laboral en el que afiancé mi profesión. Ahora aporto económicamente en mi casa, tengo mayor seguridad para prevenir violencias, en un año iré a estudiar gastronomía y ojalá pueda compartir mis conocimientos en Sol con los nuevos jóvenes.
Tengo un huerto agroecológico, con mi sobrino sembramos frutillas, cilantro, menta, cedrón y un zambo en pequeñas macetas, es mi manera de decirle a la tierra que si fui esperada en este mundo, quizá no por mi madre, pero si por un Sol, que me calienta el corazón y me convence que puedo cambiar mi vida y siempre apoyar a los demás.
Pai a Sol, a Suiza, a los donadores, por escucharme, por creer en nosotros los jóvenes, por hacer de Ecuador algo más que un puntito en el mapa lleno de violencia e injusticia.
Atentamente, Dome.